[Pasaje de una obra de ficción, capítulos finales]
No temo al Vacío, ni me preocupa la santidad espiritual de los débiles. Pues ahora soy su heraldo, su elegido, tras haber visto su sublime bóveda, donde se alimenta eternamente de la sustancia del Vacío.
Solo, en la nave de Orchado, con el suelo pintado de rojo de vida, trazo diseños con mis dedos y miro por los portales a la tierra que se alza debajo. Allí construiré el primer monumento a su gloria, una putrefacta herida en la carne de la naturaleza.
Pacientemente, construiré, aguardando tu llegada, oh, gran vástago del Vacío.