[Pasaje de una obra de ficción, capítulos centrales]
Orchado estaba eufórico, como un chico de 16 años la víspera de la festividad de la fuga. "¡Cuando volvamos a Gristol, me nombrarán galeno real!"
"O arderás en la hoguera por herejía, tercer prefecto. Todo depende de lo que nos encontremos cuando lleguemos allí." La voz de mi maestro sonaba distinta, como si el aire de las esferas exteriores le confiriera propiedades normalmente ausentes: incertidumbre, debilidad, miedo.
Me arriesgué a echar otro vistazo a la monolítica estructura que se alzaba a lo lejos. Era una maravilla para Orchado, un enigma para el decano Bryn y, para mí, un imponente monumento al vacío absoluto; un magnífico santuario a la locura.